Más allá de los eslóganes de cualquier campaña de comunicación, es un hecho que en los tiempos que corren “todos somos migrantes” potenciales, sea por razones ligadas a la necesidad de reunificación familiar, por cuestiones laborales, de superación profesional o simplemente por la aspiración de reasentarnos con mejores perspectivas en lugares distintos.
Con base en esa visión, debería ser frecuente la proclividad de todos a contribuir de las múltiples maneras posibles con las personas migrantes que transitan de forma irregular por el territorio aun cuando ya está prácticamente superada la pandemia de COVID-19.
Oxigenar la vocación de solidaridad es un imperativo en los tiempos que corren, signados por amplios flujos migratorios en los cuales están inmersas personas adultas con diferentes padecimientos e identidades, embarazadas, niñas, niños, jóvenes y otras con altos grados de vulnerabilidad per se que se suman a los que implican el atravesar fronteras sin resguardo legal.
Las personas migrantes no son extrañas, no son ajenas, no son tan diferentes ni partieron de condiciones tan distintas de aquellas en que viven muchas que las desprecian por el simple hecho de no reconocerlas como sujetos de derechos en su espacio o semejantes en cuanto a humanidad.
Todo el extranjero en movilidad que pasa cerca de nosotros pudiera muy bien recordarnos al familiar, al amigo, al vecino, al conocido, al compañero de estudios o trabajos, en fin… convertidos en migrantes y lejos del país como consecuencia de factores distintos.
Por ello, podría naturalizarse el tender la mano a estas personas de forma directa, sin dejar que eso sólo sea responsabilidad de unas pocas organizaciones civiles, casas de acogida, mecanismos regionales o internacionales, voluntarios o entidades estatales.
La solidaridad distingue a los pueblos y las controversiales políticas anti migratorias en boga, excluyentes, xenófobas, son cosa de Estados policiales y de funcionarios que nunca entendieron que la prevención de situaciones humanitarias más complejas, la protección al semejante, el apoyo al vulnerable y la generosidad deben trascender fronteras.
La voluntad política para resolver algunos de los requerimientos básicos de la migración irregular es esencial, pero el diálogo y la camaradería de los lugareños con quienes sólo avanzan en una trayectoria plena de riesgos con tal de alcanzar el sueño del bienestar para sí y para los suyos, mueve montañas y dejan huellas indelebles en los corazones.
Un aporte en alimentos, mantas para el frío, medicamentos o simplemente agua, puede resultar determinante para personas migrantes en zonas prácticamente despobladas o con tímida presencia de comercios locales, por ello no escatime y súmese a la ola humanitaria de apoyo que tiende a crecer conforme con el despegue incontenible de la migración irregular por Centroamérica.
Fuente:
https://guatemala.cuentanos.org/es