Migración
El proceso migratorio es sumamente complejo y puede desencadenar profundas alteraciones en la salud mental y neurológica de las personas involucradas en este. Acontecimientos traumáticos ocurridos de forma previa al viaje, durante y después de este; el choque con las costumbres y normativas en el nuevo contexto; las dificultades para conseguir empleo o reacomodarse en una vivienda digna, entre otros factores, suelen desencadenar estos efectos.
Aquellas personas que deciden migrar para vivir y trabajar en otro país, pero luego terminan viviendo en condiciones de explotación y aislamiento, son las más proclives a sufrir trastornos tanto mentales como neurológicos. Al igual que quienes buscan refugio por el hambre, la violencia y los disturbios políticos en sus países de origen.
La desinformación, el desempleo y el desamparo, en el lugar de acogida, agravan el panorama en estos casos al reforzar el riesgo de exclusión social y rechazo por parte de la población local, de acuerdo con un artículo publicado por Elsevier, revista científica de la Sociedad Española de Enfermería Neurológica.
Para la autora, los factores de riesgo de alteraciones mentales y neurológicas difieren de acuerdo con la etapa del viaje en la cual se encuentre la persona. Por ejemplo, en la fase preparatoria prevalecen el miedo, la ansiedad, el hambre, las pérdidas familiares y las condiciones económicas. Sin embargo, en la concreción del viaje aparece la depresión, la pena, la desintegración de la familia y el quiebre de los soportes sociales.
Asimismo, la especialista Sandra Martínez Pizarro hace notar que durante el período de asilo destacan las amenazas recurrentes de repatriación, las condiciones poco hospitalarias, el desempleo y la escasez de alimentos. A ello sigue un proceso de reinstalación, en el cual ganan prioridad el aislamiento social, las dificultades de la aculturación, los prejuicios, los obstáculos lingüísticos y la marginación.
Las personas inmigrantes cobran conciencia de que están en un lugar prácticamente desconocido, donde desconocen de la cultura, la religión y de otras prácticas sociales. Todo ello da lugar a trastornos mentales que, de no ser atendidos con agilidad y eficacia -lo que muchas veces ocurre por falta de recursos o por la poca claridad en que se debe recibir tratamiento-, pueden desencadenar enfermedades neurológicas como cefaleas o migrañas, e incluso acelerar las demencias.
Esto explica la importancia de informarse, de la prevención, así como del vínculo con organizaciones o programas sociales de promoción de la salud para mejorar el bienestar mental de los inmigrantes.
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